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Álvaro Betancur y su huerta urbana

Álvaro Betancur no se dedica a la agricultura ni estudió algo relacionado con medio ambiente. Es un médico anestesiólogo que todos los días, vestido con su uniforme, llega a su casa a regar los cultivos de su huerta urbana.

Buscando algo entretenido y útil para aprovechar el espacio de su terraza, y con un gusto por los cultivos, don Álvaro tomó la oportunidad de crear su propia huerta, la cual tiene ya cinco años. Empezó por buscar recipientes para sembrar sus semillas, pues no podía hacer todo el sistema sobre el ladrillo de su terraza, entonces adaptó las cajas donde venden las frutas en la Plaza Mayorista. Estas son de buen tamaño y de color verde oscuro, por lo que resultaron indicadas, pero tienen huecos a los lados, por lo que fue necesario forrarlas antes de poner la primera capa de tierra.

Lo siguiente fue aprender sobre cultivos. Don Álvaro ya sabía algo debido a su afinidad por este, pero se puso en la tarea de consultar con campesinos y en internet. Preguntó sobre la mezcla que se debe utilizar de tierra, arena y fertilizantes, consejos para el cuidado de esta y comenzó a cultivar. Consiguió plántulas y semillas de lechugas, zanahorias, ajís, cebollas y otras hortalizas que, según nos cuenta, lo emocionaron mucho desde el principio, y lo compara con la crianza de un hijo. “Eso es como criar un hijo, uno desde que está chiquito lo ve creciendo, y después le da mucho gusto cuando ver cómo se produce una planta que uno va a consumir”.

Entre las ventajas que don Álvaro encontró con su huerta urbana, menciona la minuciosidad del proceso de cultivo, pues al cuidar los alimentos desde que son semillas, se conoce todo lo que estos han recibido. Él se asegura de no utilizar químicos dañinos y buscar abonos e insecticidas naturales para controlar las plagas y mantener los alimentos limpios de sustancias tóxicas.

También cuenta que ha tenido cultivos muy satisfactorios, entre los cuales menciona los de lechuga y los de ají: “Da mucho gusto, en una ensalada, saber que uno acaba de coger lechuga de la huerta, y con los ajís pasó una cosa muy buena y es que producían mucho, podíamos preparar de una vez ají dulce y ají picante, no para comercializar, pero sí se llegó a ofrecer a gente que le interesaba, como una mini empresita, y a la gente le gustaba mucho que uno le mandara los frasquitos de ají”. Su hija Catalina agrega que este “negocio” del ají no pudo continuar porque su mascota, un conejo, se lo comió todo.

Además del conejo, don Álvaro debe proteger sus cultivos de algunas plagas que aparecen ocasionalmente, como la “paloma” o “mosca blanca”, que, según él, es “una mosquita que da mucha guerra”. De vez en cuando, también debe erradicar gusanos de sus plantas.

Este espacio es, estéticamente, muy agradable, que se ve bonito en el hogar de don Álvaro y su familia. Ellos disfrutan de producir plantas para su propio consumo, la tranquilidad que esto genera en la nutrición, pues están libres de venenos y tóxicos. Don Álvaro afirma que se entretiene mucho en su huerta, por lo que ha desarrollado un cariño hacia ella, a medida que la cuida. Sin duda, prefiere los productos caseros a aquellos que compra en el supermercado, por su carácter orgánico y libre de químicos. Pero, afirma, “hay que estar muy juicioso echándole agua todos los días, eso sí”.

 

Fotografía: cortesía de Catalina Betancur.